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lunes, 14 de mayo de 2018

Gobierno de Emergencia Nacional

Por Luis Manuel Aguana

En un premonitorio editorial del 15 de febrero de 2016, Analitica.com titulaba “Se requiere un gobierno de emergencia nacional” (ver https://www.analitica.com/opinion/se-requiere-un-gobierno-de-emergencia-nacional/). A más de dos años, el editorial terminaba sentenciando: “De persistir el gobierno en el estéril enfrentamiento con la Asamblea, que en el fondo es también con la mayoría del pueblo venezolano, el desenlace puede ser trágico y nefasto para la recuperación del país y para el restablecimiento de la democracia en Venezuela.”. El editorial mostraba la preocupación de todos los venezolanos de la decisión del régimen de ignorar a pocos días de ser instalada la oposición en la Asamblea Nacional, la voluntad del pueblo soberano expresada en las urnas el 6D-2015.

Y fue trágico y todavía no toca fondo. El régimen todavía sigue ignorando la voluntad popular. Pero lo más trascendental de eso es que cuando todos hablábamos de la necesidad de un gobierno de transición, lo que en realidad se requería, ante el grado de destrucción de ese entonces, era un gobierno de emergencia, como lo sugería el editorial al comparar la destrucción de la Venezuela de hace dos años con Europa al concluir la II Guerra Mundial, con Plan Marshall incluido. Si en ese entonces se justificaba ese Gobierno de Emergencia Nacional, ni decirles que ahora es una necesidad perentoria.

¿En qué se diferencian ambos términos y porque debemos comenzar a pedir ese Gobierno de Emergencia Nacional y no un Gobierno de Transición? En que a raíz del comienzo del proceso de destitución por delitos de corrupción iniciado por el TSJ legítimo en contra de Nicolás Maduro Moros, lo que está constitucionalmente establecido es que una vez depuesto el ocupante ilegitimo de la Presidencia de la República y sustituido por alguien constitucionalmente válido (no incluido al actual ocupante de la Vicepresidencia de la República), debe procederse a concluir el período constitucional y llamar a elecciones legítimas.

Pero, ¿es realmente eso lo que es más conveniente para el país en el actual estado de cosas donde la gente se está muriendo en los hospitales y por hambre en las calles? ¿Llamar a un proceso electoral en un entorno completamente inhóspito, con un país y una burocracia gubernamental secuestrados por hambre a través de una tarjeta de alimentación? Algunos dirán, “bueno, es que ya en ese momento habremos cambiado a Maduro y esos detalles se corregirían antes del proceso”.

Nada más alejado de la realidad. Solamente si consideramos que el sistema electoral venezolano está completamente viciado y distorsionado a favor del régimen y su partido, no es posible realizar ni siquiera la elección de una reina de belleza sin que el resultado sea modificado. Y para comenzar a depurar técnica e institucionalmente todo el sistema se requiere de un tiempo importante que debería comenzar por la depuración del Registro Electoral. La intervención del CNE debería ser lo primero que tiene que acometer un Gobierno de Emergencia Nacional.

Por otro lado, la designación de un nuevo Gobierno, que debe asumir la Asamblea Nacional en una atribución que no pueden eludir porque forma parte de sus responsabilidades constitucionales, requiere de un acuerdo político que de suyo es complejo. Ya van tarde porque el mandato expresado contundentemente el 16J-2017 fue deliberadamente ignorado, con la intención expresa de negociar con el régimen en República Dominicana. Ahora teniendo una exhortación del TSJ legitimo designado por ellos para iniciar el procedimiento constitucional correspondiente, la Directiva de la Asamblea decidió de nuevo cometer el error de ignorar la designación de un nuevo gobierno. Están a tiempo de cambiar eso.

Una vez designado al sucesor de Maduro, ese sucesor debe conformar un gobierno que lejos de llamar a un proceso electoral debe acometer “la ciclópea tarea de corregir todo aquello que ha conducido a Venezuela a la peor crisis de su historia republicana” como lo indicaba el editorial citado, sin perder un segundo de tiempo. Es por eso que lo que Venezuela necesita es un Gobierno de Emergencia Nacional, no uno de transición para llamar a elecciones. ¡Estamos en emergencia! Pero voy más allá.

Ese Gobierno de Emergencia Nacional, en uso de sus atribuciones, tiene que tener la obligación de consultarles a los venezolanos acerca de su futuro, acerca de la refundación del país. Un país destruido y necesitado de un Plan Marshall, del que seguramente nos proveerá la comunidad internacional, debe plantearse una reforma institucional a fondo que arranque luego de concluido ese Gobierno de Emergencia, que debería estar en funciones al menos dos años, mientras se resuelven los ingentes problemas del corto plazo. Y esa consulta no es otra que el pueblo se pronuncie acerca de un proceso Constituyente de carácter Originario por iniciativa popular.

Lamentablemente tengo la sensación que ningún partido de la oposición oficial está viendo el problema de esta manera. Viven de las glorias del pasado. Creen que volverán al país de 1998 y están equivocados. Creen que será suficiente con ir a una transición y elegir a un nuevo gobierno sin cambiar las estructuras fundamentales del país, en una suerte de “quítate tú para ponerme yo”. Y eso es un error monumental porque el país debe cambiar para mejor y asegurar el futuro de las nuevas generaciones. No murieron cientos de jóvenes en estos años para jugar al “gatopardismo” de cambiar para que todo quede igual. Aquí deberemos convivir con una suerte de nuevo “peronismo democrático” (si es que eso posible) que quedará luego de esta debacle chavista-madurista. Y ese país nuevo deberemos diseñarlo y construirlo junto con ellos para que pueda haber estabilidad política, no es de otra manera. Es así que a todos nos conviene ese llamado al Constituyente.

Resulta paradójico que el frustrado Decreto No. 1 de los golpistas del 4F-1992 contemplara un Gobierno de Emergencia Nacional con la obligación del llamado a un proceso Constituyente durante su desarrollo (ver  Los decretos del 4F, http://quintodia.net/los-decretos-del-4f/): “Artículo 4.- Estas funciones legislativas asumidas por decreto por esta máxima instancia de poder público de la República de Venezuela, durarán el tiempo necesario hasta que una próxima Constituyente, tomando en cuenta los cambios políticos fundamentales que este corte histórico en la vida política nacional haya producido a partir de la acción victoriosa del Movimiento Cívico-militar, los plasme en una nueva Constitución bajo cuya referencia se convocará al país para que libérrimamente se pronuncie por la constitución de todos los poderes públicos fundamentales de la Nación.”.

Como pueden ver, nunca como ahora el país se reencuentra con sus propios fantasmas. Ojalá que esta vez no volvamos a equivocarnos y se entienda correctamente un Gobierno de Emergencia Nacional a favor de todos los venezolanos, que nos conduzca a salir de la crisis y a la refundación del país.

Caracas, 14 de Mayo de 2018

Twitter:@laguana

jueves, 3 de mayo de 2018

¿Y después de Maduro qué?

Por Luis Manuel Aguana

La dinámica política surgida a raíz de la autorización del enjuiciamiento por corrupción a Nicolás Maduro, está definiendo la ruta que seguirán los acontecimientos que, con el favor de Dios y los venezolanos, terminarán con la tiranía narcomilitarizada que gobierna en Venezuela.

Efectivamente el TSJ legítimo ha solicitado y le ha sido concedida la autorización para enjuiciar a Nicolás Maduro Moros por corrupción desde la Asamblea Nacional. Eso es un hecho irrebatible al margen de las formas en las que fue realizada tal autorización, independientemente de la opinión adelantada por algunos juristas en relación al acuerdo votado en mayoría el 17 de abril. El fondo es que a Maduro le fue autorizado un juicio y ahora ocupa el puesto ilegalmente.

En fecha 26 de abril de 2018 el Dr. José Vicente Haro y la Dra. Blanca Rosa Mármol de León, conocidos y distinguidos abogados venezolanos de seriedad indiscutible, dirigieron comunicación formal al la Asamblea Nacional (ver en https://twitter.com/JOSEVICENTEHARO/status/989625760813060099?s=03), con el fin de que este cuerpo determine la situación jurídica constitucional de la Presidencia de la República, luego del Acuerdo del 17 abril de 2017, con relación al enjuiciamiento de Nicolás Maduro Moros por el caso Odebrecht.

En este escrito claramente se expone que Maduro debe estar separado de sus funciones como efectivamente lo establece el Artículo 380 del COPP (Código Orgánico Procesal Penal) al haberse iniciado un juicio por corrupción en su contra: “Artículo 380. Cumplidos los trámites necesarios para el enjuiciamiento, el funcionario o funcionaria quedará suspendido suspendida e inhabilitado o inhabilitada para ejercer cualquier cargo público durante el proceso.”.

Las consecuencias políticas de ese hecho son categóricas y no pueden desconocerse; y extraña que esto haya quedado descolgado desde la autorización del juicio. La persona que ocupa la Presidencia de la República, no puede seguir ejerciendo el cargo y queda separado temporalmente hasta que el juicio termine, quedando su situación a la espera de una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia legítimo, órgano que conoce la causa. De tal manera que hoy mismo tenemos en Venezuela una vacante en la Presidencia de la República que debe ser ocupada inmediatamente de acuerdo con lo establecido en la Constitución.

Entonces, el trabajo de la Asamblea Nacional no concluyó con la autorización del juicio a Nicolás Maduro Moros, estando muy lejos de haberse desembarazado de la responsabilidad que tienen con los venezolanos.

El escrito de los juristas es categórico y les corresponde a los Diputados tomar una decisión de acuerdo a esa solicitud acerca de quién debería estar ejerciendo en este momento la Presidencia de la República de acuerdo con la Constitución vigente.

Sin embargo, al margen de cuál sea en definitiva la solución constitucional que la Asamblea Nacional le de a la sucesión presidencial en Venezuela, hay algo en toda esta historia que pasa inadvertido y motivo de esta nota: no se pueden realizar nuevas elecciones en Venezuela mientras: a) exista un sistema electoral pervertido, y b) no se desmonte todo el sistema institucional creado para sostener al régimen estos últimos 20 años.

La primera condición la hemos revisado a profundidad en este blog por varios años, así que se las ahorraré. Para aquellos interesados, por favor lean mis notas en este sitio desde el año 2011 relativas al CNE y el sistema electoral venezolano.

En el caso de la segunda condición, la cosa es más complicada. A los venezolanos se les ha convencido que basta con salir de Maduro para que las cosas mejoren. No, no basta. Es una condición necesaria pero no suficiente. Se hace necesario regresar a los controles constitucionales mínimos y a las formas institucionales básicas de control del gobierno, así como discutir unas nuevas, producto de la destrucción del país y los nuevos escenarios internacionales.

Pero ¿cómo hacemos eso si el próximo heredero de Miraflores nace con el pecado original de la Constitución de 1999? Con todo ese poder concentrado para nombrar ministros en ministerios inventados a discreción, ascensos militares sin control, crear y destruir instituciones, disponer a su arbitrio del dinero de todos los venezolanos, por solo nombrar algunas de sus atribuciones, cualquier persona que ocupe el puesto presidencial nos llevará a la ruina, si es que eso es ahora posible. Cualquiera, así sea la Madre Teresa de Calcuta, si la pudiésemos revivir y convencerla para que sea Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Desde el punto de vista estrictamente político y constitucional, más temprano que tarde, el proceso contra Maduro y su gobierno de delincuentes debe llevarnos a su sustitución. Sin embargo no puede ser que esa sustitución sea “para llamar a elecciones” como lo gritan los políticos de la oposición oficial. Esa sustitución debe ser para conducir al gobierno y garantizar gobernabilidad en la peor época de nuestra historia, por un periodo suficiente para reordenar al Estado, para luego asegurarles a los venezolanos elecciones de nuevos poderes públicos con un sistema institucional limpio y saneado.

Esa es en el fondo nuestra exigencia. Los coros de toda la oposición oficial le repiten como un mantra  a los venezolanos que una vez que salgamos de Maduro -cosa que de por si es difícil- haremos elecciones y vendrá la abundancia. ¡Qué vaina con seguir mintiéndole a la gente! Pareciera que no se ha aprendido nada.

Entonces, ¿y después de Maduro qué?  Si no cambiamos el sistema institucional del país a fondo antes de cualquier elección, aquellos que una vez se sintieron esperanzados por un cambio inmediato de cosas se sentirán traicionados y con toda razón. Y no valdrá promesa electoral futura que nos salve de volver a sufrir lo que costo tanta sangre resolver, entrando en un ciclo interminable de inestabilidad y violencia. ¿Porque creen ustedes que no descansaremos hasta hacerles comprender a los venezolanos que la manera formal, correcta e institucional de evitar eso es cambiando el sistema institucional del país con un llamado al Constituyente Originario al través de una Consulta Popular, que le de al pueblo la prerrogativa para cambiar su futuro? Desde la Alianza Nacional Constituyente (ANCO) seguiremos trabajando en eso sin importar lo que pase en el país.

Ustedes dirán que fatalista luce tal aseveración, y realmente lo es. No tiene ningún sentido que los venezolanos hayamos pasado por 20 años de sufrimiento si no salimos de esto con una enseñanza para el futuro, traducido en grandes cambios que corrijan los errores que nos trajeron a esta tragedia. Si no los corregimos entre todos, no habrá valido la pena tanta muerte y tanto dolor de la familia venezolana. De nosotros y de ustedes depende eso...

Caracas, 3 de Mayo de 2018

Twitter:@laguana